Desde tiempos muy antiguos, pueblos de la más diversa procedencia invadieron la Península Ibérica o se establecieron en ella como colonos o inmigrantes, y contribuyeron a la creación de una rica cultura culinaria. En la época del Imperio Romano, del que formaba parte la Penñinsula, comenzó el cultivo del olivo y de la vid, y el aceite de oliva y el vino pasaron a ser elementos indispensables de la cocina española. Los musulmanes se establecieron en la Península en el siglo VIII. Sus avanzadas técnicas de riego dieron un gran impulso a la agricultura y se desarrolló el cultivo del arroz, la nalanja y ortos productos de huerta en la región de Levante principalmente. La llegada de Cristóbal Colón a América contribuyó a enriquecer, de manera natable, la estructura alimentaria española y también la de Europa. De América vinieron el maíz, ,la patata, el tomate, la mandioca, el chile — que se usaría mucho para la conservación de embutidos —, el fresón, etc. Todos esos productos pasaron a formar parte integrante de la cocina española.
Dada la peciliar topografía española — abundancia de sistemas montañosos y ausencia de vías fluviales de comunicación —. cada región ha desarrollado su propia y particular cocina. Las dificultades naturales de comunicación, que en otros campos han tenido un efecto adverso en la economía del país, en el caso de la cocina han contribuido a conservar, hasta nuestros días, las peculiaridades de cada región.